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¿ES INTENSIDAD O CONTROL?

  • Foto del escritor: Mónica Cué
    Mónica Cué
  • 23 abr 2024
  • 5 Min. de lectura

Por Mónica Cué


¡Eres un intenso! Se dice peyorativamente a quien es insistente en algo. Frecuentemente ser intenso tiene un fondo y principio, pero la intensidad en realidad no me parece insulto ni defecto, considero que la intensidad bien canalizada es más bien una virtud. Es Intenso quien ejecuta, quien se enfoca sobre las cosas que le interesan, las que hay que hacer y también sobre las personas que están en medio de esa necesidad por ejecutar para hacerlo suceder.

Un intenso no espera ni delega, un intenso simplemente hace. 


Ahora, un intenso con energía mal canalizada, con tiempo de sobra y sin ejecutar, ralla en lo metiche y me queda claro que será una pesadilla, pero si la energía la utilizan para ser creativos, para hacer y resolver ¿Cuál sería el problema? Entiendo que la línea entre la intensidad y el control es muy delgada porque al intenso le gustan las cosas hechas y si se junta con una falla en el sistema, se conjuga la tormenta perfecta y será motivo de un gran pretexto para justificarlo cuando se tiene como escudo una necesidad real por apoyar, ofrecer herramientas, organizar y resolver. En principio puede ser muy positivo proporcionar estructura, orden y herramientas, pero el reto está cuando hay que intentar frenar, ver el límite y echarse para atrás cuando es necesario.


El intenso hace sin delegar (es que no sabe cómo delegar), el controlador dicta órdenes para que alguien más lo haga. La línea es muy delgada y en ocasiones se cruza sin darse cuenta, porque para poder ejecutar, muchas veces dependes también de las acciones de alguien más.  


Cuando uno en el intenso afán de hacer se enfrenta a la necesidad de controlar y se le presenta la oportunidad de ejercerlo, se vuelve redondo para todos, pero también es justo donde "se junta el hambre con las ganas de comer", porque existe por un lado la personalidad intensa en potencial desarrollo y por otro, la necesidad real de recordar, solucionar, marcar, dirigir y ejecutar. Necesito estructurar, necesito estructura.


Un intenso hace, pero también sin recato, da seguimiento a que se haga. Lo cierto es que con intensidad o no, cuando se trata de los demás las demandas están hechas, las herramientas dadas y llega la hora de observar desde otro lugar, porque hay una línea muy delgada entre ser controlador de la vida ajena y la frontera de lograr hacerse para atrás cuando invade los límites. En realidad se trata de ofrecer salidas, no de vivir dictando órdenes. Con las herramientas sobre la mesa, las responsabilidades claras y las capacidades desarrolladas es que es momento de hacer consciencia y es tiempo de encontrar equilibrio, soltar, pero también sostener; resolver, pero aplaudir a quien resuelve; guiar, pero hacerse un lado y también reconocer siendo realistas que se intenta delegar, pero siempre con el ojo al pendiente. 


La cabeza de un intenso no es que piense que los demás no tengan la capacidad de ejecutar, es que piensa que sólo existe una forma de hacerlo bien y se complica cuando se hace de otra forma aunque también resulte bien hecho. Es nocivo, lo sé, pero poco a poco porque en la teoría todo es más sencillo y claramente no se hace con intención de perjudicar a nadie, pero sí por encontrar tranquilidad propia. Al final, no es porque los demás tengan un problema o incapacidad, es porque la incapacidad es de quien pretende hacerlo todo, resolverlo todo y tenerlo en la mira de lo “funcional” según él.


El control genera seguridad, eso es verdad, pero resulta agotador estar pendiente de lo que sucede en carne propia y también lo que sucede alrededor; es exhaustivo pretender que todo esté bien y resuelto, que se haga bien y además en tiempo y forma; en él no cabe la posibilidad de que se deje de hacer y es inevitable la necesidad de que no solamente se haga sino que se haga bien, se vea bien y funcione perfecto. Simplemente es mantenerse en estado de alerta constante y eso genera estrés, rebasa física y mentalmente, desgasta el cuerpo y si se lleva al extremo también relaciones. Estoy convencida de que quien tiene a alguien que ejecuta a su lado vive tranquilo y seguro sabiendo que todo va a estar bien o por lo menos con la certeza de que será lo mejor posible ante las circunstancias. Merece todo mi respeto quien sabe delegar porque cuenta con una gran virtud que probablemente no se ha enterado que tiene y la pasa desapercibida, pero seguramente le produce cierta tranquilidad que surge naturalmente ¡Qué envidia!


Y es que dentro de la mente intensa no está abierta la ventana a fallar, es meticulosa, perfeccionista y absolutamente responsable, pero al final lo hace porque le da cierta seguridad aunque en el fondo le gustaría por momentos nadar de muertito y conscientemente sabe que lo tiene difícil. Ahora, quedándose en la línea… Es verdad que la intensidad bien llevada, ayuda a la creatividad, a desarrollar la capacidad de acción y a rescatarse a sí mismos, pero aunque a quien la recibe sin extremos le ayuda a ordenarse, también vive un poco con la comodidad en el radar de que si no se hace, siempre va a haber quien está listo para compensar y cachar. Eso es un arma de dos filos y ahí entra la pregunta obligada: ¿Dónde está el límite? Les sirve de solución y agenda, pero sin la oportunidad de intentarlo solos, les da seguridad y herramientas, pero al mismo tiempo les genera cierta dependencia. Y hago hincapié en no caer en los extremos, porque si bien tener a alguien que se encarga, recuerda y te cacha puede ser un salvavidas para quien lo necesita,  también es verdad que llevado al extremo del control de su vida, sus palabras, sus acciones, movimientos y relaciones puede resultar absolutamente tóxico y enfermizo.


El intenso está cómodo por sentirse en control, autocontenido, tranquilo y saber que no se sale de la raya, ni en riesgo de que las consecuencias de caer en un error se puedan desbordar, le hace sentir bien ayudar a que los demás también se sientan en colchón, pero no es sostenible, no hay forma de controlarlo todo porque el colchón no dura para siempre.


Realmente creo que con intensidad se vive bien, pero también hay que empezar a fluir más ligeros, tratar de soltar a cada uno su papel será beneficioso para todos, pero hay que tener paciencia porque se dice fácil. 


Suelto el rol de querer resolverlo todo, dejo de ser receptáculo de responsabilidades ajenas, saco de hostias para sus desahogos, lavadero de culpas, abogado de sus errores, director de su orquesta, dejo de ser el comodín para resolver sus deberes, estoy pendiente, pero dejo de dictar más las ordenes en tiempo y detalle; dejo de funcionar como alarma, recordatorio y agenda. Estoy aquí siempre pero cada uno sabe lo que tiene que hacer, cómo lo hace y la actitud que toma para hacerlo. Así descubrirán que pueden, que sin salvavidas también lo logran. Intentaré dejar de ir contra la corriente dictando deberes y recordando responsabilidades ¡Cada uno a lo suyo!


Ejecuto e intentaré no ser más el libro de quejas y sugerencias, renuncio al departamento de solución al cliente y ahora abriré mi buzón simplemente para recibir amor, ofrecer lo mismo y mi apoyo si lo piden. Espero lograr quedarme en la línea porque está muy difícil asumir el riesgo tan solo de pensar que no se haga o no se resuelva lo que directamente me pueda afectar; pero si lo logro, si todos realmente hacemos, estoy segura que puede fluir mejor y descubriremos cada uno, una faceta que desconocemos tener, pero que nos gusta para vivir con más armonía.


Entonces, concluyo que no es control, es intensidad, así que ¡A volvernos intensos todos! Y a ejecutar cada uno lo que le corresponde. No esperes que te resuelvan, que te digan cómo o que te recuerden qué hacer. Simplemente ¡Hazlo con intensidad!


Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué


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D.R. © Mónica Cué

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