¿DE DÓNDE VIENE EL AMOR?
- Mónica Cué
- 14 feb 2023
- 6 Min. de lectura
Por Mónica Cué

Nuestro primer contacto con el amor, es por medio de nuestros padres; este primer amor nos marca y nos define la vida.
Todos somos fragmentos de las personas importantes que han estado en nuestra vida. De nuestra familia, de nuestras amistades, de nuestro entorno inmediato, de quien admiramos y quien no tanto, pero todos delinean nuestro existir sin darnos cuenta. De cada uno nos queda una forma de amar.
Aunque el amor puede ser de muchas formas; así mismo puede ser interpretado de diferente manera para cada uno, pero todos tienen un común denominador y es que como seres humanos necesitamos ser y sabernos amados de alguna manera.
Entonces, el amor existe porque existe un objeto de amor real que genera una reacción en abstracto determinante en nuestro ser y actuar.
Desde mi propia definición, el amor es habitar en el corazón de alguien y que esa misma persona habite en el tuyo. Simplemente dejar un pedazo de tí en otra persona y eso va mucho más allá de lujos, invitaciones y compartir la cama. Es una conexión que es profunda, pero a la vez incierta e inexplicable.
Pero… ¿De dónde viene? Y es que el amor es tan abstracto, pero a la vez tan tangible y real que entonces su origen me confunde ¿Es físico, mental o químico? El enamoramiento nos pone vulnerables y estos tres factores entran en simbiosis en cualquier tipo de amor.
Empezaré diciendo que el amor es físico porque existen descargas neuronales reales que nos hacen tener emociones que se sienten reales físicamente y se asocian con el vínculo hacia esa persona, pero también es químico ya que los niveles de hormonas que secreta el cerebro cambian drásticamente. Aquí intervienen las hormonas de la felicidad desde el cerebro como la oxitocina, la serotonina y la dopamina. La oxitocina aumenta; ésta, es la que genera el sentido de apego y el vínculo real con la otra persona, la necesidad de contacto físico se aviva y por este aumento de oxitocina se nubla la razón así como el criterio de juicio objetivo hacia el ser querido. Durante el periodo de enamoramiento, los niveles de serotonina bajan considerablemente hasta el punto comparativo de personas con trastornos obsesivos patológicos… por eso, nos sentimos como en una nube, hacemos cosas realmente obsesivas como pensar y actuar únicamente hacia la dirección de todo lo que rodea a esa persona. La dopamina sube; esto activa el sistema de recompensa en el cerebro y sube también la emoción, la energía, la euforia, el deseo y entonces cantas por amor, vives por amor, mueres por amor y no te duele nada. Te sientes plenamente feliz ¡Así que con esto comprobamos que realmente si hacemos químicamente cosas por amor!
Finalmente, el amor también resulta ser mental por que se asocia a diversos neurotransmisores que ponen en marcha circuitos cerebrales específicos que desarticulan la corteza prefrontal por lo que se nubla la razón y la atención. La amígdala se funde, se atonta, y de ahí lo anterior, ya que ésta es la encargada de encender el sentido de alerta, donde se controla la ira, donde se produce el miedo, donde se regula la conducta, la memoria, el placer y la adicción. Aunque el amor es mucho más abstracto que todo lo anterior, al comprometer químicamente el cerebro es que hacemos cosas que nunca pensamos que haríamos, perdemos ese sentido de alerta y salimos de la zona de confort por hacer cosas y ponernos en situaciones de riesgo que en otro estado nunca haríamos; nos hace ponernos ante situaciones a las que nunca pensamos enfrentarnos de esa manera.
Finalmente entendemos que se hace simbiosis; que lo emocional es químico pero también físico y mental. Los sentimientos, las emociones y las acciones durante el periodo de enamoramiento son reales y se asocian físicamente de forma directa con la química de la mente. La etapa de enamoramiento en sus diferentes etapas dura entre tres y doce meses hasta que la química del cerebro se empieza a equilibrar y es entonces que la objetividad tiene cabida y empieza a transformarse en amor. Esto, no le quita el romanticismo al amor, simplemente pone sobre la mesa lo que sucede, surge el verdadero yo, pero sigue habiendo infinidad de incógnitas y factores inexplicables del por qué de esos sentimientos, de ese periodo que se vive increíble, que detona física y mentalmente emociones temporales fantásticas y nos deja pensando.
Entonces… ¿El amor empieza en el cerebro y el corazón es una víctima de esos sentimientos o es el corazón quien siente primero y envía señales al cerebro para que la química lo secunde? Seguimos con la incógnita pero lo que sí sabemos es que así como el proceso del enamoramiento tiene un ciclo; el amor se transforma y trasciende conforme avanza la madurez de la relación.
Una vez que pasa el periodo del enamoramiento y aflora el verdadero yo, las preguntas racionales e inteligentes que siguen deben ser…. ¿Es para mí? ¿Llena mis criterios primarios de valores, principios, educación y convivencia? Estos criterios los definirá cada quien y serán la respuesta a la pregunta esperada ¿hay afinidad?. Hay otros criterios secundarios los cuales pueden ser moldeables; no es fácil encontrar a quien llene todas las casillas de nuestra lista, así que será importante priorizar lo no negociable y entonces decidir si seguir o no. Hay que aterrizar y tener un momento de objetividad ¿Cumple con mis no negociables? ¿Es una relación que tiene potencial, que se puede trabajar, que tiene futuro? ¿El interés es compartido? Si la respuesta es sí, entonces comulguen con ese amor en pareja y caminen con un sentido en común hacia el amor maduro.
Desde mi punto de vista, la vida en pareja, acompañada y compartida se vive mejor y se disfruta más.
No hay fórmula mágica para que una relación perdure a través de los años y nadie nos garantiza que así será. Todos cambiamos, todos evolucionamos, maduramos y crecemos como personas. Intentar hacerse mayores juntos y fortalecer el vínculo es seguir compartiendo intereses, tener un proyecto de vida conjunto pero al mismo tiempo tener libertad, respetar y apoyar que cada uno tenga el propio. Crecer de forma paralela en lo individual pero con ciertos objetivos comunes que se encuentran. Esto conlleva a una madurez compartida que se disfruta y trasciende a los años. Se traduce entonces en el sueño compartido de intentar envejecer bonito juntos.
Con el paso del tiempo, también evolucionan los sentimientos y el amor. Pero el amor no se mantiene por sí solo. Independientemente de la atracción física que no se queda de lado, la admiración, la confianza, la empatía por el otro, el autoconocimiento, la aceptación, el compromiso, el respeto, la comunicación y el tiempo que se disfruta juntos también se fortalece o se debilita.
Enamorarse todos los días de la misma persona y elegirla cada día, te lleva a un crecimiento consciente, un amor enriquecido por los dos, una decisión de cada uno desde lo individual que se vuelve compartida. El amor eterno no es la promesa de amarse hasta la muerte, es saber que puede terminar en cualquier momento y elegirse aún en los días complicados.
Ahora la elección diaria debe ser consciente y realista, porque quedarte con alguien por una razón diferente que no sea por amor, es sabotear tu propia felicidad. Ni por los hijos, ni por tradición, ni por el qué dirán, por la religión, la pose, el dinero, ni por costumbre.
Crear espacios, momentos para compartir en pareja es indispensable; cada uno tendrá sus acuerdos, su forma y sus gustos comunes, pero finalmente es con esa persona con quien elijes compartir tus días. Los hijos se van y hacen su vida, las amistades también tienen lo suyo, pero tu pareja está ahí por decisión propia; también tú estás ahí por decisión propia. Haz que valga la pena, que valga la alegría y que cuenten tus días.
La vida en pareja supone un largo camino que hay que recorrer. Un camino que solo puede ser recorrido y descubierto cuando las dos partes están de acuerdo y deciden emprenderlo con convencimiento, con apoyo, conocimiento profundo y entendimiento desde los inicios.
Una bonita relación se hace con paciencia, con tiempo y a fuego lento, entiendo que involucra miles de sentimientos y emociones, pero también hay que ser objetivos y no dejarse llevar por ello sin usar la cabeza. Si las cosas se precipitan, se brincan etapas importantes, se frena la construcción, se dejan de hablar muchas cosas, se van oportunidades de acuerdos y convivencia profunda que deja de fluir con cauce. Si se hace caso únicamente al sentimiento sin que intervenga la razón, se quedan en el tintero muchos temas importantes que realmente son de gran peso a futuro porque serán los cimientos que quieres crear y serán tan firmes o frágiles como las decisiones que tomes.
Es muy fácil desnudarse físicamente. Pero desde mi perspectiva, si realmente el objetivo es tener una relación de valor, hay que desnudarse primero el alma, hay que dedicarle el tiempo a conocerse auténticamente, a descubrir y compartir desde lo más profundo los gustos, los miedos, las huellas, las virtudes, la forma sincera de actuar y de pensar. Primero hay que comulgar con sus valores, poner a prueba su educación, conocer sus prioridades, conectar en esencia para entonces, sí, desde lo más profundo del respeto, compromiso y responsabilidad tomar la decisión de estar, de quedarte, de luchar, amar, entregarte y permanecer con esa persona en acción y consecuencia consciente.
Desde mi perspectiva, ahí está el verdadero reto y donde realmente trasciende el amor aún sin despejar la incógnita de dónde se origina.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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