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MIS HIJOS NO ME PERTENECEN, PERO NO TENGO NADA TAN MÍO

  • Foto del escritor: Mónica Cué
    Mónica Cué
  • 8 nov 2022
  • 8 Min. de lectura

Por Mónica Cué

Estoy consciente de que mis hijos no me pertenecen, pero sin embargo… no tengo nada tan mío. Tan mío que llevan mi sangre, tan mío que los he llevado dentro y han dejado en mí rastro de ello, tan mío que forman parte de mi corazón para siempre, tan mío que siento que con ser testigo de la suya, vivo una vida que celebro fuera de mi cuerpo, tan mío que me alegran sus alegrías y lloro sus penas, y sí, son paradójicamente tan míos, pero a la vez tan sólo suyos por siempre que entiendo que así son las reglas de ser mamá.


Y a veces quisiera volver a ser la hija por un momento. La diferencia entre la vida de ser la hija, a la de ser la madre es por obvias razones abismal. Es un hecho que no quisiera regresar el tiempo para cambiar las cosas, simplemente para vivirlas más despacito y regresar a ese sentimiento de ser la niña de los ojos de mis padres, vivimos tan de prisa esa etapa espectacular de ser hija que cuando nos damos cuenta crecimos y no es que dejemos de serlo, pero las cosas cambian, las responsabilidades y los roles también. Pasamos más tiempo de nuestra vida siendo adultos, siendo madres, profesionistas o esposas que en su momento no valoramos esos días de hijas dependientes, los días de sillón, de sus apapachos con pláticas entrañables, de sus “sermones” que hoy quisiera volver a escuchar, de hoy no me baño, de pensar en nada, de irme de fiesta todo el fin de semana sin arrastrarlo toda la semana, de no tener responsabilidad más que mi persona, de que la preocupación era si el que me gusta me invita a salir o no, de tener la vida solucionada, de tener siempre una red que te cacha y de que fueran mis padres quienes se encargaban de todo.


Reconozco que he tenido, tengo una vida privilegiada y llena de oportunidades, claro que lo valoro y no es que quiera retroceder el tiempo o que lo quiera vivir diferente, tampoco es por renegar de mi rol de hoy, ni por ser mal agradecida porque de la misma forma que no cambiaría nunca el entorno en el que viví con mis padres, por nada cambiaría la vida que tengo hoy, por nada cambiaría la persona en quien me he convertido o a quien elegí como compañero de vida, por nada cambiaría a mis hijos, ni los privilegios de los que soy consciente que tengo. Llevo una vida llena de bendiciones, comodidades y mucho amor. Pero la cosa no va por ahí, a lo que voy es que son dos días y cuando crecemos es que entendemos muchas cosas de nuestros padres, ahora es que los entrañamos de diferentes formas. No me dejarán mentir cuando digo que cosas que criticabas, de las que hacías burla o no entendías el por qué lo hacían tus padres, hoy las haces, las dices y ahora las entiendes. Ahí es cuando te llega ese pensamiento de ¡Soy mi mamá! Y no es que sea malo, o por lo menos para mí para nada lo es, pero claro que da risa porque nunca creí que llegaría el día en que esto sucedería. Las historias se repiten, los roles cambian.


Y que tiempos aquellos en que la responsabilidad era de alguien más… Cuando eres adulto, la responsabilidad ya es tuya, y es tuya completa, no importa si tuviste una vida de privilegios o una vida de tormentas, pero eres tú el único responsable de lidiar con ello y hacerte cargo de tu propia vida desde ahí.


Ahora bien, la cosa se complica todavía más cuando empiezas a sumar, cuando te conviertes en madre no solamente asumes la responsabilidad de tu persona, sino que también la tienes sobre tus hijos; como madre te preocupas por tus hijos y ves por ellos sin importar la edad que tengan, como madre pasas la vida haciendo listas y planeando para que no les falte de nada, pasas la vida pensando en el bienestar de los demás y además tienes la obligación de educar, entretener, guiar, escuchar, jugar, aconsejar, llevar, traer, encargarte de que se alimenten bien, que tengan abrigo, que no se expongan, que su autoestima sea buena, pero además que sean felices, que estén limpios, tengan buenos hábitos, que socialicen pero que estudien y que además te vean sonriente e imbatible. Eso… eso resulta muchas veces agotador. Ser madre no tiene vacaciones, no hay pausas ni horarios, por eso, a veces se extraña esa vida de que te cachen en lugar de cachar.


Vaya que las madres lo hacen, lo hacemos lo mejor que podemos aunque sabemos que sin querer en algo nos vamos a equivocar; pero la ilusión que trae ser madre, la alegría que representa no nos la quita nadie, ni el agotamiento, ni el estrés, ni la queja momentánea. La maternidad deseada es espectacular y vale todo vivir esa experiencia que es única y personalmente no cambiaría por nada, pero la verdad sea dicha que es una gran responsabilidad de tiempo completo, que a veces nos desdibuja, nos frustra y confronta porque asumimos un papel gigante, sin saber muy bien a lo que en realidad vamos.


Los hijos dependen de nosotros mientras son pequeños y van a ver el mundo que nosotros les enseñemos, van a actuar de acuerdo a nuestro ejemplo, van a vivir la experiencias que les mostremos y en el entorno que les expongamos, pero también van a tener la educación, los antecedentes y las oportunidades que nosotros les demos ¡Cuanto compromiso! Ahora, aunque todas las etapas de los hijos se disfrutan de diferente manera, también es verdad que mientras van creciendo se complica para algunos un poco más y yo encuentro la lógica de la siguiente manera:


Cuando vamos a tener hijos todo es nuevo, nos preparamos, leemos todos los libros, nos acercamos a los mejores consejos y le vamos haciendo sin instructivo conforme vamos pudiendo. En esa etapa en que son completamente dependientes de nosotros, los hacemos una extensión de nuestras decisiones sin cuestionar… ¿Pero qué sucede en la adolescencia? Es en este momento de disyuntiva donde ya tienen un carácter formado, que están en la lucha por encontrar su individualidad y su camino, pero que todavía nos necesitan y tanto, tanto que nos confrontan y tanto que nos descolocan, pero gritan también por tener una guía. Es aquí que muchos padres bajan la guardia porque “ya son grandes” y para mí, el problema es que en realidad es cuando más contención y seguridad necesitan, pero para esa etapa nadie se prepara y en realidad es que no sabemos nada. Pretendemos hacerlo conforme a lo que sabemos, conforme a la experiencia personal de cada uno en su adolescencia, pero la realidad es que no podemos hacerlo sin información, sin empaparnos de su entorno y entrarle así empíricamente; porque entre la adolescencia que nosotros vivimos y la que viven nuestros hijos hay un abismo de factores diferentes a los que hoy se enfrentan.


Sí que es verdad que hay patrones representativos y característicos de un adolescente, pero cada uno lo vive diferente y es necesario, es imperante que sepan que pueden contar con nosotros siempre, que pueden hablar con nosotros y tienen nuestro respaldo pase lo que pase. Aprovechemos esas ventanitas de tiempo en donde la conversación se presta y fluye para reforzar el vínculo, para conocer sus inquietudes, para escuchar su perspectiva de una u otra situación, ese momento que nos hacen sentir fuertes y orgullosas de ver en las personas adultas que se están convirtiendo. Disfrutemos de esta etapa de nuestros hijos que también está increíble, pero que además es crucial y determinante para la relación que vamos a tener con ellos en un futuro, es en este momento que se crean esos lazos de dos personas independientes que se tienen para siempre.


Escuchemos a los jóvenes y enriquezcamonos mutuamente, abramos la mente y veamos que también tienen voz y razón, que su perspectiva del mundo nos complementa y sí, claramente no piensan como nosotros y justo por eso creo importante tratar de dejar de lado la mentalidad cerrada del… - es que antes era así, antes se hacía de esta forma, es que antes la música era mejor, es que antes no se decía esto o aquello, es que antes no se veían estas cosas, es que antes, es que antes… Y es que no todo tiempo pasado fue mejor, sólo diferente y es que antes muchas cosas, pero vivimos hoy, hacia adelante y en evolución. Entonces, a lo que voy no es que cambiemos radicalmente de forma de pensar o de gustos, simplemente abrirnos a escuchar otras perspectivas que nos enriquezcan mutuamente. Los jóvenes se enriquecerán de la experiencia de los adultos y probablemente entenderán el por qué de algunas cosas que hoy suceden, pero de igual forma nosotros lo haremos con la influencia de la mente joven, fresca y con otro mecanismo de pensamiento que nos puede abrir el panorama hacia nuevas formas de ver la vida, hacia una visión distinta sobre muchas cosas, pero sin juicios porque no son competencias, solamente tendencias, gustos y formas de pensar diferentes que se retroalimentan y comparten valores; porque la educación es atemporal, no pasa de moda y eso no está en la discusión, pero… Si lográramos la comunión entre dos generaciones, sería un paso mayor hacia la empatía donde a los jóvenes les interese lo que aporten los padres sin imposición y a los padres el mundo de los jóvenes. Eso sería una bomba entre experiencia y propuesta que impactaría positivamente seguro. Además, nos mantiene presentes, alertas y a la vanguardia de tendencias de todo tipo (moda, estilo de vida y pensamiento). Hagamos el ejercicio y abramos nuestra mente a lo que viene sin tanta rigidez.


Ahora bien, cada uno en su lugar, cada uno con su papel. No nos equivoquemos tratando de competir, convertirnos en ellos, parecer uno de ellos o vivir en su mundo; simplemente sumemos el aprendizaje a la experiencia de lo vivido que no nos quita nada y eduquemos desde el entendimiento sin imposición pero con guía. Educar va mucho más allá que marcar línea, soltar y dejarlos ser; se trata de guiar y acompañar desde la independencia.


Yo, no deseo simplemente que mis hijos sean felices (nadie puede ser feliz todo el tiempo, eso sería utópico) yo deseo que conozcan el abanico de sus emociones, las detecten y puedan elegir la adecuada en el momento correcto, pero con la intensidad y la reacción pertinente. Deseo que vivan su vida en paz, conscientes y por supuesto felices; pero deseo que se enojen con alguien si es necesario para aprender a poner límites, deseo que se pongan tristes si pierden a alguien querido para que puedan vivir un duelo y sanar; deseo que se sientan frustrados para que se impulsen a salir de ahí fortalecidos, deseo que se equivoquen, porque muchas veces en la equivocación está el verdadero aprendizaje, deseo que sueñen, pero con los ojos abiertos para dirigirse a ellos, deseo que sepan que si no pueden con todo, se vale pedir ayuda y no por eso significa que fracasaron, deseo… deseo que regresen a su pasado pero vuelvan libres y en paz para hacerse cargo de sí mismos desde el amor, la responsabilidad y la conciencia; deseo que cuando sientan que no encuentran el camino, sepan que ante la duda, el mejor camino es el que lleva la vía del amor, deseo que se conozcan a sí mismos mejor que a nadie para desde ahí poder decidir conscientemente, deseo que vivan su vida y que con todos los sentidos sientan, SE sientan; que escuchen a su entorno pero SE escuchen; que sean observadores pero SE observen y desde ahí, que entonces hagan sus propias elecciones y SE encuentren genuinamente contentos en su piel y con su vida.


Después de esto, regreso a que entonces, mis hijos claramente no me pertenecen, pero son tan míos que así los siento, porque llevan en su corazón para siempre un pedacito del mío y yo, llevo mi corazón lleno del suyo.

©Mónica Cué




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3 Comments

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REGINA RIVERA
REGINA RIVERA
Nov 15, 2022

PRECIOSO, QUE MANERA DE EXPRESAR LO QUE TENEMOS EN EL CORAZON DE UNA MANERA DE HACERNOS TAN CONSIENTES DE LOS SENTIMIENTOS.


QUE FELICIDAD DEBE DE DAR A TUS HIJOS Y MARIDO EL EXTERNAR CON EL BLOG TODA LA BOLA DE SENTIMIENTOS QUE TIENES Y DEJARLOS PLAASMADOS PARA LA ETERNIDAD

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Mariana Sobrino
Mariana Sobrino
Nov 10, 2022

es una belleza este post, no puedo dejar de leerlo y de emocionarme, gracias grcias por poner en palabras lo que uno siente !!!

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Gabriela Lebrija
Gabriela Lebrija
Nov 08, 2022

Siempre será igual en todas las generaciones. Muy bien planteado nosotros siempre llevaremos a nuestros hijos en nuestros corazones.

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