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NO SOMOS UNA GENERACIƓN DE CRISTAL

  • Foto del escritor: Paola Henonin
    Paola Henonin
  • 9 ago 2022
  • 5 Min. de lectura

Por Paola Henonin

Como jóvenes, llevamos ya muchos años viviendo en un mundo que acarrea a las necesidades y valores de las generaciones que vinieron antes que nosotros. Hemos estado obligados a aceptar y convivir con los estigmas que han formado la sociedad en la que crecimos, sin embargo, conforme pasa el tiempo, disminuye nuestra obligación por conformarnos. Ahora hemos crecido y nos toca a nosotros deshacer los estigmas que nos han hecho daño y crear una nueva sociedad que nos permita desarrollarnos como nosotros lo necesitamos.

Hablo como parte de lo que hoy es la Generación Z, y aunque por supuesto no puedo considerarme embajadora oficial y representante de todos los puntos de vista de aquellos jóvenes de mi grupo de edad, sí es obvio que existen diferencias muy marcadas entre la mentalidad que tenemos la Generación Z e incluso los Milennials en comparación con la Generación X y Baby Boomers quienes establecieron las normas sociales a las que nos seguimos adhiriendo hoy. Existen incontables estigmas hacia los cuales podría enfocar este artículo, sin embargo, me gustaría expresar que el diÔlogo que creo que es mÔs importante abrir es el de la salud mental.

Por años, las discusiones sobre salud mental han sido tabú, hemos sido testigos de cómo el mal tratamiento de la salud mental en la generación de nuestros abuelos ha causado estragos en la generación de nuestros papÔs, los cuales, de forma involuntaria, nos afectan a nosotros de igual manera. La evolución de nuestra sociedad, la exposición a redes sociales, el estrés político e inseguridad en nuestros países; el simple estilo de vida es tan distinto que hoy los niveles de ansiedad y depresión en jóvenes es de los peores que se ha visto. Pero esto no significa que generaciones anteriores no tuvieran estos problemas, sino que la discusión simplemente no existía.

Siempre ha existido la mirada negativa de las generaciones mayores hacia las mĆ”s jóvenes. Que si las redes sociales y la exposición a la tecnologĆ­a nos han frito el cerebro, que si tenemos poca ambición, que nos hace falta compromiso, estos, entre muchos otros comentarios que podrĆ­a mencionar que me han hecho en mis 21 aƱos de vida, pero uno de los mĆ”s importantes que quiero mencionar es el de que somos una ā€œGeneración de Cristalā€. No me puede parecer un tĆ©rmino mĆ”s inadecuado.

Se dirigen a nosotros llamÔndonos una generación sensible cuando en realidad me parece todo lo contrario. Creo que somos una de las generaciones mÔs valientes, que se ha atrevido a abrir un debate sobre las consecuencias que nos ha traído vivir bajo reglas sociales establecidas por generaciones que han pertenecido a un mundo con circunstancias muy diferentes en todos sentidos. Es arcaico pensar que hablar con un psicólogo, ir a terapia de forma constante o estar medicado por condiciones de salud mental, es ser una persona mentalmente débil. Hoy, hemos abierta la discusión de que la salud mental es tan vÔlida como la salud física. Si digo que me siento ansiosa, debería ser aceptado de la misma forma que si digo que me duele el estómago, y sí creo que estamos comenzando a migrar a un diÔlogo de mucha mayor aceptación de la que teníamos antes.

Debemos también recordar que nosotros como jóvenes vivimos una pandemia, fenómeno que muy pocos habrÔn podido decir que vivieron en su juventud. El que la hayamos superado demuestra nuestra verdadera resiliencia, pero creo que fue la oportunidad perfecta para establecer un cambio de paradigmas. Hablo por mí y por muchos conocidos cuando digo que el 2020 fue el año de mayor ansiedad y depresión que hemos vivido y que, aunque estemos en el 2022 no ha sido fÔcil superar. Pero a modo personal, de no ser por mi entorno y mi sistema de soporte nunca hubiera podido salir bien librada.

Se me ha dado la oportunidad de expresar lo que siento, he tenido la oportunidad de recibir atención psicológica que consecuentemente me ha llevado a un estado de tranquilidad que nunca había sentido antes. Sin embargo, hay cientos de jóvenes que no pueden llegar a este estado de tranquilidad y plenitud simplemente por el miedo a que se les considere débiles o dañados.

No somos una generación de cristal. Somos una generación fuerte, que ha sabido aprovechar sus recursos para abrir conversaciones que nuestros abuelos no se hubieran ni imaginado. Estamos hablando mucho mÔs abiertamente de nuestra sexualidad, de nuestras posturas políticas, ambiciones, y por supuesto que la salud mental también estÔ en esta lista. Así que, debemos dejar atrÔs tabús generacionales y expandir nuestra mirada. No podemos seguir viviendo bajo normas y estereotipos antiguos. Abramos debates y plÔticas de paz que nos puedan ayudar a incrementar la aceptación de estas nuevas mentalidades.

Nuestros mayores, deberían de tener un poco mÔs fe en nosotros, al final somos nosotros quienes nos vamos a quedar encargados de este mundo, de su desarrollo y de la crianza de generaciones futuras. Cualquier miembro de la Generación X o Baby Boomer abierto a platicar con nosotros y escucharnos, podrÔ ser testigo de que claramente de cristal no somos, esto, lo hemos demostrado. Tenemos opiniones fuertes, pero nos hemos demostrado mucho mÔs tolerantes a la diversidad. Si seguimos por el camino por el que vamos, esperemos que las problemÔticas relacionadas a la salud mental que vivimos hoy, pronto sean obsoletas. Sí, somos jóvenes y seguimos abriéndonos camino, pero agradeceríamos si quienes ya se han abierto camino en este mundo creyeran lo suficiente en nosotros como para aceptar que nuestras ideas pueden llevarnos a vivir en un mundo futuro mucho mÔs sano.

No somos una generación de cristal, somos una generación a la cual no le da miedo decir lo que piensa, la que ya no acepta abusos o injusticias y tiene poca paciencia para aquellos que nos quieren imponer sus ideales.


No podemos comprender cómo nuestros mayores han tolerado tanto, lo único que comprendemos es que ya no es momento para hacerlo. Es momento de cambio. Sinceramente, espero que pronto nos dejen de identificar como una generación frÔgil y se les ocurra un material mucho mÔs acertado para dirigirse a nosotros.


Por Paola Henonin




Como Reflexión a este artĆ­culo de Paola, aƱadirĆ­a que sin hablar de los valores y educación los cuales desde mi perspectiva nunca pasan de moda; el heredar estĆ”ndares de mentalidad a travĆ©s de las generaciones es una problemĆ”tica que se ha venido presentando por varias generaciones atrĆ”s. La generación de nuestros padres (1940-50Ā“s) fueron impuestos de pensamiento y cargados de reglas que acataban y seguĆ­an por decreto hacia el camino marcado sin salirse de la raya; la nuestra (1960-70Ā“s) tambiĆ©n ha ido arrastrando aunque de diferente manera, muchos paradigmas y estĆ”ndares prefabricados ante los cuales nunca nos cuestionamos, simplemente asĆ­ era, nos funcionaba y de la misma manera lo hacĆ­amos sin rebeldĆ­a, ni siquiera pretendĆ­amos romper la burbuja (hablo a modo personal). 


Nuestros padres vivieron con tantas normas, que se relajaron un poco mĆ”s con la educación de sus hijos y fueron mĆ”s permisivos, por lo tanto, nuestra generación cambió y se abrió ante libertades de acción y comportamiento, que sirvieron de arranque, marcaron el punto de partida hacia un cambio de nuevo en la forma de educar. Pero ĀæquĆ© pasa con la mentalidad? La realidad es que seguimos arrastrando pensamientos heredados y es hasta ahora como adultos responsables que de manera consciente y desde la madurez de los aƱos, hemos tratado (algunos) de abrirnos y empezar a romper con ello. La generación de jóvenes de hoy (1990-2000Ā“s) realmente sĆ­ son los primeros que alzan la voz y a temprana edad, han emprendido el camino hacia su propio bienestar de manera consciente y con aceptación, han logrado esa apertura de pensamiento cuestionĆ”ndoselo todo a diferencia de nosotros que aunque nunca es tarde, tantos aƱos despuĆ©s, estamos intentando trabajarnos, conocernos y resurgir hacia envejecer bonito, evolucionar el pensamiento e intentar ser mĆ”s empĆ”ticos con las diferencias.


©Mónica Cué

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