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LA MAYOR FRONTERA ES LA QUE NOSOTROS PONEMOS.

  • Foto del escritor: Mónica Cué
    Mónica Cué
  • 1 ago 2023
  • 3 Min. de lectura

Por Mónica Cué

El encanto de cualquier viaje empieza con un sueño, todos tenemos una lista de lugares a los que nos gustaría ir y ¿Qué mejor que poder disfrutarlo en familia? El paseo y la aventura familiar no es nunca grande o pequeña, es proporcional al deseo de estar juntos y compartir los recuerdos que se guardarán en cada una de nuestras memorias para siempre.


Viajar en familia es para mí, la mejor forma de conectar, de compartir y disfrutar. Es la mejor forma de cultivarse, de marcar recuerdos, memorias y forjar una complicidad haciendo honor al lazo que nos une. Un lazo que se refuerza no solamente por compartir la sangre, sino por compartir el amor, la complicidad, los valores y la alegría, al igual que el disfrutar de la personalidad de cada uno que aflora y se refleja desde lo individual.


Cada quien tiene su rol, cada uno disfruta de diferentes cosas, cada uno en su estilo, cada quien a su forma, pero todos tenemos en común el querer formar historias y vivir aventuras que nos unirán por siempre. Historias que trascenderán los años y se quedarán en el corazón por siempre.


No hay un lugar ideal para el viaje familiar. Nos hemos decidido por un destino al que le traíamos muchas ganas desde hace tiempo y es ahora que lo elegimos para hacer realidad la aventura juntos ¡Que privilegio poderlo hacer! Llevamos todo organizado, planeado y estudiado, listos para disfrutar a tope y crear memorias… ¿Cuál va a ser el recorrido?, ¿qué vamos a comer en cada sitio?, ¿dónde reservamos?, ¿qué vamos a conocer y visitar?, ¿cómo hay que vestir?, ¿qué clima nos va a tocar?, ¿por dónde hay que pasear?, ¿cuales aventuras elegimos?... Todo suena espectacular.


Al fin llegamos a Turquía, fueron muchas horas. Definitivamente los viajes llevan al límite, son prueba de tolerancia y paciencia, son oportunidades para mostrar la mejor actitud y ser receptivos porque definitivamente cultivan y cultivan literalmente hablando, pero también enriquecen el corazón, abren perspectivas y muestran ciertos matices de la personalidad y el mundo que no acostumbramos.


Todo pinta increíble, diferente y en extremo enriquecedor. Encontramos personas que son muy amables, los contrastes son grandes. Y así, descubrimos las tonalidades, los impresionantes cambios de texturas y colores, la arquitectura, los sabores, los olores, la gran historia y las tradiciones. El choque cultural y la barrera del idioma, se vuelven interrogantes ante el interés por empaparse de las diferentes costumbres.


Es la crónica de un sueño cumplido. Hemos vivido experiencias espectaculares, cada trayecto cuenta una historia con matices diferentes, la verdad de cada sitio sólo se percibe visitando, preguntando y llevando la mejor actitud, pero también la disposición para borrar las fronteras mentales. La vida en la ciudad entre dos continentes tiene una personalidad única, hemos tenido de todo; la gente, los colores y los olores, la aventura en globo aerostático una mezcla entre aventura y encanto, la vista es espectacular, los templos que si pudieran hablar tendrías relatos sorprendentes, la arquitectura… Y es que se percibe de todo; la historia y tradición milenaria, la vida cosmopolita, costa, paisajes muy diversos, comida distinta, música y cultura, paseos por tierra, agua y aire, el ambiente, las compras, el modo y los lugares típicos son de asombrar.


Y haciendo alusión al país entre dos continentes, en el cual pasas de Asia a Europa sin pedir permiso… Es que la fusión se percibe, conforme avanza el recorrido vemos que esta ciudad es realmente una fusión de dos mundos, de dos formas que tienen mucho que ofrecer, y que como muchas personas, no es ni de aquí ni de allá, tiene esta ambigüedad que encanta y que tiene tanto que enseñar. Los contrastes sorprenden y esto, me lleva a la reflexión de que como en la vida, la mayor frontera es la que nosotros mismos ponemos. Las fronteras no son límites claros, ni dividen, la mayor frontera la ponemos nosotros. Marcamos fronteras dentro de nosotros, con nuestra mente, con nuestras emociones, nuestras personas y nuestro entorno en general. Somos nosotros quienes nos limitamos para ser o hacer empezando con nuestros pensamientos.


Entiendo que la problemática se diversifica, que cada uno tiene su propia historia; pero son nuestra actitud, nuestros pensamientos y nuestras formas las que nos limitan sin importar la nacionalidad, la cultura o el idioma.


En fin, hemos abrazado la oportunidad, nos hemos empapado de un sitio encantador, seguimos teniendo una experiencia inolvidable y sin duda nos hemos nutrido, hemos creado recuerdos valiosos que atesorar en familia, ha sido un viaje lleno de memorias para la vida, momentos, reflexiones y risas compartidas.



Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué



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