SI NO ES TU HISTORIA, NO LA CUENTES.
- Mónica Cué
- 18 jul 2023
- 4 Min. de lectura
Por Mónica Cué

Si no es tu historia, no la cuentes.
¡Así de claro! Dejemos de escribir en el libro ajeno y enfoquémonos en escribir el propio lo mejor posible que ya con eso tenemos.
Es impresionante el escrutinio en el que como sociedad estamos envueltos, pero especialmente me quiero referir a lo que los jóvenes están viviendo, y no es que la juventud de antes no hubiera sido así, pero ahora se supone que hay más consciencia, más libertad, más entendimiento y más apertura.
Se vive en un juicio constante que lejos de encaminarnos a evolucionar como comunidad y como personas, a crecer y ser mejores, nos hunde y nos deja fritos ante la presión social.
La ambigüedad y la incongruencia apremia y es que por un lado está la consciencia, el afán por cuidarse, la vida “healthy y fit”, la libertad de ser y decidir, pero por otro, la necesidad por pertenecer y no ser duramente juzgados.
La disciplina, los valores, la determinación y el hambre por crecer, alcanzar metas y ser mejor persona; es aplastada, cuestionada y criticada por conductas que se han normalizado.
Si no bebes alcohol, eres un aburrido; si no disfrutas tanto de la fiesta eres un agrio antisocial; si vas a todo no tienes llenadera; si no vas, que FOMO; si te invitan, que popular; si no tanto, que recha; si lees muchos libros para ser mejor eres un raro que no tienes otra cosa que hacer; si eres consciente de lo que comes y te cuidas, entonces no disfrutas de la vida; si eres consciente de lo que compras y gastas, eres un tacaño; si tienes muchas parejas ¡que buen pegue!; si sólo una, que aburrido; si siempre estás rodeado de gente, no sabes estar sólo y probablemente tengas un vacío que llenar; pero si disfrutas estar solo, pobre de tí…¡Que cansado! Así hay mil ejemplos.
Ser sujetos de comparación y competencia constante resulta agotador. El cuerpo, el coche, el viaje, la casa, la salida, los amigos, el trabajo, el arreglo y la ropa. Todo, absolutamente todo está sujeto a ser comparado y juzgado. Vivir el mundo de las redes sociales creo que es realmente tan entretenido como nocivo ¿Te equivocaste? Expuesto, ¿Te enfiestaste? Noticia pública, ¿Sales con alguien? Enterado ¿Cortaste? Chisme para todos ¿Fuiste? Tema de conversación y viboreo ¿No fuiste?, ¿por qué habrá sido? ¡Que cosa! Todo está sujeto a la historia que cada quien recrea de tí.
Estás conectado, estás enterado, estás divertido; pero todo tiene su precio y también es verdad que estás expuesto a la opinión y juicio permanente, pero lo más terrible… Es que no sólo es por parte de los demás; el juicio y la comparación empieza por uno mismo. Está perfecto, es normal tener expectativas, el problema está cuando no las tenemos realistas ¿Quieres la familia de la foto?, ¿la vida de instagram?, ¿el cuerpo y el outfit de influencer? Que increíble tener acceso a tanto, pero que desgracia tener acceso a tanto.
¿En dónde estamos?, ¿dónde está la aceptación?, ¿qué pasó con el amor propio y el valorar la propia vida?, ¿dónde quedó esa libertad y respeto ante las diferencias de las que tanto se habla?, ¿por qué cuando alguien no hace lo que el resto es señalado o criticado?, ¿será que alguna vez llegaremos a eliminar los adjetivos peyorativos para describir a alguien?, ¿será que llegará el día en que la voluntad o el aspecto personal se de como válido sin juicio?
Ya se, ya se, son muchas preguntas y pocas respuestas, pero así está la cosa, no se realmente hacia dónde vamos. Sería ideal que el mantra individual de cada uno fuera que bendigas y no maldigas; que practiques y no critiques; que percibas, pero vivas; que te alegres y respetes, pero también te retes.
Finalmente, que cada uno se conduzca bajo sus propios parámetros siempre y cuando estén fundados en valores, con educación, respeto y empatía. Empatía es una palabra clave aquí, sería utópico que todos la utilizáramos regularmente en la práctica; te entiendo y te respeto aunque no lo comparta igual, si algo que pienso hacer o decir, se que te va a hacer sentir mal, mejor no lo hago ni lo digo; y si te lo digo, es porque estoy segura de que lo puedes cambiar con la regla del minuto y entonces sí aportar sin destruir. La regla del minuto consiste en decir exactamente sólo eso, lo que se puede modificar dentro de ese periodo de tiempo (Puedo modificar mi actitud en un minuto, puedo quitarme un frijol del diente en un minuto, puedo arreglarme el escote en ese tiempo y puedo ofrecer una disculpa, dirigirme a alguien, corregir mi vocabulario, mi postura, mi comportamiento) pero sólo eso, el juicio, la presión o la crítica que etiqueta y destruye guárdatela, ¡CÁLLATE!
Se que el chisme gusta y cuesta callar, pero no aportamos nada y sí que podemos afectar la vida ajena al hablar de ella. Además, rompemos la confianza, hablamos a la ligera muchas veces sin certeza de los hechos y sin medir la magnitud del daño que podemos causar con nuestras palabras. Así que... No te metas en la vida de los demás, trabaja en mejorar la tuya y cuida lo que dices. Si no es tu historia, no la cuentes, no opines, no etiquetes y no juzgues a la ligera.
Hablar de la vida de los demás, mirar la basura en el ojo ajeno, entretiene y hay quien lo practica como deporte, pero intentemos el cambio, seamos directos, apliquemos la regla del minuto e intentemos no meternos otra vida ¿Te interesa realmente lo que pase en la vida de los demás?, ¿puedes hacer algo para mejorarla?, ¿estás dispuesto a hacerlo? Entonces… Interésate en mejorar la tuya, la de tus hijos, la de tus personas realmente cercanas y la de quien valore tu opinión.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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